La mañana siguiente, madrugamos relativamente y nos dirigimos a la terminal de bus para preguntar los horarios a Popayán y dejar las mochilas en la consigna de la estación para ir a visitar Las Lajas. Pues bien, llegamos, preguntamos y sin darnos cuenta estábamos subidos al autobús y no habíamos visitado el templo. Entre risas, por lo inesperado de la decisión de tomar el bus que salía inmediatamente y no hacer lo que teníamos pensado y planificado, continuamos camino a Popayán. Llegamos a la ciudad sobre las 18:30 horas de la tarde, tras tres controles de carretera, dos policiales y uno militar. Tomamos un taxi al centro, el cual no nos podía dejar en el hostal porque en Popayán, durante la Semana Santa, se hacen hasta dos procesiones diarias. Por cierto, a esta ciudad le llaman el Jerusalén de Latinoamérica y dichas procesiones son Patrimonio Cultural de la Humanidad. Llegamos a nuestro hostal, el Parklife, situado en la Plaza Mayor justo al lado de la Catedral. El hostal, es limpio y las zonas comunes agradables pero, sin duda, lo mejor de este hostal es su ubicación. Desde la ventana de nuestra habitación pudimos seguir gran parte de las procesiones.
Nuestra idea era estar unas dos noches en Popayán y seguir a San Agustín pero, por la Semana Santa, estaban todos los hoteles de ambas poblaciones llenos. Cambiamos de planes y decidimos ir hacia el Eje Cafetero, todo lleno. Por lo que, finalmente, decidimos ir a Medellín haciendo una parada de una noche en Cali.
Llegamos a Cali después de 3 horas de viaje y tomamos un taxi a nuestro Hostal, el Ruta Sur. Todo el mundo habla mal de Cali, pues que sepáis que se convirtió en la ciudad sorpresa. Estuvimos alojados en el barrio de San Antonio que es una autentica maravilla, lleno de casitas bajas muy cuidadas y con un montón de bares y restaurantes. Por la Semana Santa, Cali estaba desértica y nos recomendaron no visitar el centro, por lo que dimos una vuelta por el barrio y dimos un paseo junto al río. Estuvimos la mar de bien. Por cierto, el hostal es un lujo: la decoración es un diez y está todo impecable. Además, Claudia, la dueña, te aconseja y ayuda en todo lo que puede.
Al día siguiente continuamos nuestro viaje hacia Medellín. El trayecto con la empresa Bolivariano, fue horrible. Fueron 8 horas de auténtico sufrimiento ya que al conductor se le fue un poco la cabeza, pero al final llegamos vivos. La primera noche nos alojamos en el barrio de La Estrella, situado en el sur de la ciudad y al día siguiente nos cambiamos por dos noches más al Buddha situado en el barrio Laureles. El Buddha no es para nosotros, digamos que las juergas se hacían interminables.
Medellín es una ciudad moderna, avanzada, elegida ciudad más innovadora del mundo en 2013 y además es cálida y amable. Mientras caminas por ella, te va camelando, enamorando… Huele bien y está llena de lugares acogedores y de sonrisas y saludos desinteresados. Hay bastante que visitar en la ciudad aunque carezca de casco antiguo: la Catedral Metropolitana, la Basílica de La Candelaria, la Plaza Botero, el Museo de Antioquia… nosotros decidimos salir del recorrido turístico habitual y en vez de visitar, el Pueblito Paisa o el jardín botánico, fuimos a visitar el Parque de los Pies Descalzos, ya que nos lo había recomendado un chico de Medellín que habíamos conocido en Quito. El parque está concebido para la relajación del ciudadano y ofrece unas visitas guiadas gratuitas, en las cuales te enseñan a utilizar las instalaciones del parque para este fin. La visita dura una hora y se realiza descalzo, caminando por piedras, arena y hierba y acabando con un hidromasaje en los pies. Es una auténtica gozada. Después de esta súper terapia regalada, fuimos a comer al barrio de El Poblado. A nosotros, el barrio, no nos gustó nada, nos pareció feo, por lo que si uno quiere zambullirse en Medellín, recomendamos alojarse en el centro o en Laureles. Por cierto, moverse por Medllín es fácil y rápido: tiene un súper sistema de metro (de los mejores que hemos visto) rápido, limpio (impecable) y seguro que conecta toda la ciudad!
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